En estos días, dos criaturas fundamentales de la literatura gótica celebran 200 años. En 1816, el clima —brutalmente impredecible— hizo que cuatro escritores románticos se reunieran en Villa Diodati, una casona inmensa en las cercanías del lago Leman, al norte de los Alpes, entre Francia y Suiza. Esa noche relampagueante fue el escenario de la concepción de la criatura de Frankenstein y el vampiro que inspiró al Drácula de Bram Stocker.
En dos siglos, ambos personajes se han transformado y han adquirido distintas formas. Su poder narrativo es tal, que se han convertido en un modelo para numerosas historias: adaptaciones al cine, reelaboraciones, nuevas versiones
Roberto Coria, investigador en literatura y cine fantástico y asesor literario de Mórbido, habló con MILENIO sobre la relevancia de este aniversario y sobre las actividades que se realizarán al respecto.
“El Frankenstein de Mary Shelly es el que más atrae la atención de los espectadores porque, de alguna manera, es el relato fundacional de la ciencia ficción, pero también ha sido uno de los más llevados a otros medios. Nunca ha estado fuera de circulación, ha sido traducido a prácticamente todos los idiomas”.
En cambio, el Vampiro, de Polidori, no goza de la misma popularidad a pesar de que “estableció el prototipo del vampiro aristócrata que vemos en Drácula y en Entrevista con el vampiro, de Anne Rice”.
Roberto considera que la historia de Frankenstein se mantiene vigente, entre otras cosas porque vivimos “en la época de la clonación, de las investigaciones con células madre y de la tecnología. Lo que propone es una advertencia para todo aquel que quiere cruzar puertas que no deben ser atravesadas. Yo siempre he pensado que, por encima de todas las cosas, Frankenstein es un relato sobre paternidad irresponsable”.
MILENIO CULTURA
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